La llegada a Iquitos fue ansiada, teníamos ganas de ver qué nos deparaba nuestro próximo destino. Nuestra grata sorpresa fue cuando en el puerto nos percatamos de que teníamos comité de bienvenida y todo, nuestro compañero de viaje Rodrigo, que se había apeado del barco en Nauta, una población anterior a Iquitos en la que desembarcaron muchas personas para continuar el viaje más rápido en carro, nos esperaba junto con sus hermanas. Fue lindo que alguien nos recibiera.
Iquitos es un lugar bullicioso con miles de motocarros recorriendo sus cuadras (calles) y desde el cual partimos hacia la selva, adentrándonos un poco más en la naturaleza, y reencontrándonos con Caro y Turri, nuestra avanzadilla chilena.
El lugar al que arribamos se llama Tamshiyacu (soga del agua en quechua), un pequeño poblado rodeado de vegetación y bañado, igualmente, por el gran río. Allí pasamos varios días bien tranquilos, en el albergue, llamado Supaychacra, de un chamán, el señor Agustín Rivas, Viejo para los amig@s. Fue una experiencia totalmente diferente a cualquier otra vivida antes, allí iniciamos un proceso curativo con alguna que otra planta medicinal y con la intervención directa del chamán en nuestros cuerpos, algo especial... Sólo fue el principio de algo que, quizá, retomemos durante el viaje o en otro momento de nuestras vidas, ¿quién sabe?
La selva es otro mundo, sonidos nocturnos de animales desconocidos, zancudos (mosquitos) persistentes a tutiplen y otro tipo de insectos que ni si quiera sabíamos que existían, eso sí, algunos bien lindos!! je, je,... Al final, incluso, al Ruli le entró un poco de claustrofobia selvática y tuvimos que salir corriendo, es broma no fue para tanto pero sí que estaba fuera de su hábitat con la necesidad de que su horizonte se ampliase a más de 30 m. Veía verde por todos los laos y no verderal exactamente!!!
Eso sí, desde la orilla del río de Tamshiyacu, frente al Amazonas, disfrutamos de uno de los atardeceres más impresionantes de nuestra vida y también nos dió la oportunidad de disfrutar viendo nadar a los simpáticos bufeos, los delfines del río Amazonas.
Además, volver a ver a nuestros amig@s nos alegró harto, a ell@s también, los viajes no son sólo idílicos sino que también tienen momentos duros y conectar tan bien con otras personas e intercambiar experiencias e información te ayuda lo suyo.
Regresamos, de nuevo, a Iquitos para coger fuerzas y tomar un avión a la gran Lima, la capital peruana... pero eso ya será otra historia... Nuevos capítulos, próximamente...
No hay comentarios:
Publicar un comentario