Y de nuevo aquí estamos... siguiendo nuestro camino, acercándonos sin prisa pero sin pausa hacia la inmensidad del río Amazonas y su selva salvaje...
Desde Chachapoyas emprendimos viaje, nuestro objetivo era, en un primer momento, llegar a Iquitos, para desde allí alcanzar nuestro destino final, Tamshiyacu, y reencontrarnos con nuestra avanzadilla chilena, a la que saludamos de paso.
El trayecto se desarrolló en distintas etapas: de Chacha viajamos hasta Moyobamba, dónde hicimos noche tan sólo, y de allí nos trasladamos a Yurimaguas, desde donde después de tener que armarnos de paciencia pues las cosas no son como dicen que son y te cambian los planes a cada momento, partimos rumbo a Iquitos, en plena selva amazónica.
Yurimaguas es la ciudad, atravesada por el río Huallaga, desde la que salen los barcos hacia Iquitos, la capital del departamento de Loreto, bañada por el río Amazonas, el más caudaloso del planeta. Ésta es la ciudad más grande del mundo a la que no se puede acceder por carretera, la única forma de hacerlo es a través del agua o del aire, es decir, en barco o en avión.
Antes de emprender el viaje tuvimos que aprovisionarnos de ciertos utensilios y víveres para sobrevivir; también decidimos ingerir muchas proteínas comiendo un exquisito manjar amazónico, hormigas crocantes de gran tamaño, un plato suculento y sabroso, ¡os sorprenderíais!
Para la ida nosotros decidimos la opción más aventurera, la del barco, por supuesto. El viaje se demora 3 días aproximadamente, en los que dormimos en un camarote, bien parecido al de los hermanos Marx, je, je, je,... aunque también disponíamos de un par de hamacas en la cubierta del barco donde poder pasar las horas del día un poco al fresco pues en nuestra "suite" la temperatura alcanzaba la de un asadero de pollos...
En el barco, que constaba de tres pisos, íbamos juntos pero no revueltos, aunque casi, ja, ja, ja,... animales de grandes cuernos, con plumaje, miles de alimentos, mercadería de todo tipo y humanidad de toda índole y procedencia.
El primer tramo del trayecto se desarrolló por el río Huallaga, donde pudimos ver un lindo atardecer, el segundo tramo discurrió por el río Marañón, afluente del Amazonas, donde aprovechamos para ver un amanecer con neblina en la selva y, por último en el tercer tramo, el tan deseado Amazonas, río inmenso que parece que no va a acabar nunca, incluso llegando a dar la sensación de mar, si no fuera por sus aguas color café.
Los paisajes que veíamos pasar nos llenaban de alegría e iluminaban nuestros rostros con una sonrisa un tanto incrédula; nunca, en nuestras vidas, podremos olvidarlos.
Colores, olores, sabores, sonidos, texturas, sensaciones e impresiones,... todo un mundo natural a nuestro alcance.
Además de todo esto, pudimos compartir bellos momentos con muchas personas de aquí y de allí, cada una con su propia historia y camino. En fin... un viaje irrepetible!!
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