Desde Copacabana viajamos junto con nuestro compadre y nuestras comadritas chilen@s hacia La Paz, capital de Bolivia. La ciudad se encuentra encajonada entre las montañas y las casas se precipitan por las laderas. Una de las cumbres que rodea a aquélla es el Inti Illimani (que podréis ver en una foto), con unos 6.400 m. de altura y su pico nevado.
Durante el trajecto hacia allí pudimos seguir comprobando la inmensidad del lago, que parecía no acabar nunca, incluso en un momento del tramo, tuvimos que bajarnos del bus y tomar una lanchita que nos trasladó al otro lado del mismo para continuar...
Llegados allí nos dividimos pues nosotros estábamos invitados al hogar de Marielle, la chica que conocimos en Nazca, ¿recuerdan? Ella nos ofreció quedarnos en su casa y le respondimos encantandos.
Era viernes pero como era tarde y estábamos agotados no nos dio tiempo más que a acomodarnos y charlar con ella. El sábado tenía previsto una ch´alla para "bendecir" su casa con amig@s de varios lugares del mundo, cocinamos y comimos en una fiestecilla la mar de intercultural, suecas, un canadiense, bolivian@s, una brasileña, chilen@s y nosotros, los españolit@s.
Por la mañana, antes de esto, paseamos por la capi y visitamos para aprovisionar la farra el mercado callejero de víveres de todo tipo. Después quedamos con Caro y Turri, pues Tami ya marchó de vuelta a Chile, y estuvimos callejeando por el mercado artesanal de Los Brujos. Curioso fue ver fetos de llamas disecados, de muerte natural dicen, que utilizan para enterrar bajo los cimientos en las nuevas contrucciones de casas para dar suerte. También pudimos ver fósiles, algunos auténticos, artesanías, Ayahuasca, San Pedro,...
La vida se desarrolla en las calles y puedes encontrar todo tipo de negocios como zapateros remendones, costureras, puestecillos de comida,... en fin, todo muy rústico, variopinto, bullicioso y humeante, sobre todo porque los carros jumean un humo negro hediondo que te hace desfallecer, más aún cuando estás subiendo uno de los numerosos cuestones de la ciudad, que para nada hace honor a su nombre pues el silencio y la tranquilidad brillan por su ausencia y en su lugar, lo más habitual es escuchar miles de cláxones impacientes.
Esa misma noche, después de la comilona, salimos a farrear por los boliches paceños y tuvimos la suerte de poder disfrutar de la procesión del sapo, que representa la Pachamama (Madre Tierra) en un boliche muy típico y bohemio de la ciudad, al que acuden poetas y personajillos de la noche capitalina.
El domingo fue un día tranquilo, la ciudad parecía otra y aprovechamos para visitar el mercado de Alasitas, un mercado temporal en el que todo son miniaturas y en él puedes encontrar cualquier cosa, hasta títulos de universidad, certificados de matrimonio, divorcio,... todo depende de lo que quieras conseguir en la vida, curiosamente hasta te casan y todo, también te leen las cartas y hasta no se qué metal que se solidifica en el agua y según su forma te dan una predicción de futuro, ¡ja!; nos pareció, sobre todo, muy divertido para los más peques que podían encontrar todo tipo de juguetes y atracciones.
De ahí a Cochabamba...
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